enero 27, 2003
Adoro el cine de Suecia, contemplativo y terminal, como sus costas, que parecen arrancadas por Dios un domingo de furia. Cada pel�cula recurre a espacios abiertos, planos de horizonte infinito, interminable, pero el tono es claustrof�bico al extremo. Lo que da una polarizaci�n espl�ndida. Recientemente veo que el cine sueco, igual que el iran�, se ha vuelto su mismo colmo en la abstracci�n.
Por decir, la pel�cula de anoche, dirigida por Theodore Mayan y protagonizada por el actor desconocido (para m�) Soren Stanlew, que encarna a un escritorcillo com�n y corriente. Com�n y corriente significa tener muchas ganas de escribir y poca vida, llevar empu�ado un bol�grafo con el que invade servilletas, papel sanitario, el reverso de las notas de compra, manteles de cafeter�a, billetes... al acecho de peque�as frases matadoras que no dan cuerpo a nada.
Se le ve empe�ado en los cl�sicos, conmovedoramente adicto. Se le ve sufrir. De alg�n modo sabe que, arrim�ndose al contexto en que vivi� tal o cual narrador, ir� calcando su talento y su suerte. Por ejemplo, se deshace del ticket ganador de la Loter�a Nacional como un gesto de simpat�a hacia Dostoievsky, lo que enloquece a su mujer, Olga.
No quiero decir que la pel�cula sea lenta, pero lo es. Entiendo perfectamente el ritmo bobo, incluso el tratamiento facilista de un nudo dram�tico no muy atado. Cine sueco. Todo se justifica y se subraya en los �ltimos veinte minutos, que dan un twist infernal y hacen de �sta, para muchos una cinta mediocre, la obra magistral que me tiene aqu�, temblando. Por angas o mangas vemos interrumpida la lucha vocacional del joven -por lo dem�s poco esperanzadora- cuando se topa con la primer escena del crimen.
Esto llega un d�a soleado, al mediod�a, al salir de un templo shinto�sta al que se ha visto atra�do despu�s de leer a Ezra Pound. Elige la puerta trasera para huir de los asistentes y da con el oscuro tono de la sangre humana, que escurr�a del cuerpo hecho trizas de un anciano.
No importan los detalles; a�n si los detalles importaran, no voy a revelarlos. Pero vemos dos cr�menes m�s, igual sangrientos, cerrando con la muerte por destazamiento de Olga en plena cocina. Se trata de una secuencia no mayor a quince segundos, filmada rudimentariamente, en la cual su cuerpo sufre terribles cortes, rasg�ndola toda direcci�n, salpicando la orfebrer�a de las despensas. El joven esposo no se explica el origen de tal calamidad y nada puede hacer. Silencio en la sala del Cine Club.
Olga se ve irreconocible, es un mont�n de harapos y co�gulos. La imagen de la cocina ensangrentada se disuelve a negro y aparecen los cr�ditos que no hubo en un principio:
Una cinta de Theodore Mayan...
Soren Stanlew...
y Maita Donjerssen... en...
El ataque de las navajas invisibles.
Misterio desde el tu�tano, pastura y follajes. Adoro el cine sueco, como el iran�.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El ataque de las navajas invisibles se exhibir� los d�as Febrero 12, Marzo 12 y Abril 9 en el Cine Club Escr�pulos, administrado por nuestro amigo Lauro Ayub.
Constituci�n # 1660, entre Tercera y Cuarta, Tijuana, M�xico.
Tel�fono: (664) 970-7002.
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Comentarios:
mr_phuy@mail.com
Por decir, la pel�cula de anoche, dirigida por Theodore Mayan y protagonizada por el actor desconocido (para m�) Soren Stanlew, que encarna a un escritorcillo com�n y corriente. Com�n y corriente significa tener muchas ganas de escribir y poca vida, llevar empu�ado un bol�grafo con el que invade servilletas, papel sanitario, el reverso de las notas de compra, manteles de cafeter�a, billetes... al acecho de peque�as frases matadoras que no dan cuerpo a nada.
Se le ve empe�ado en los cl�sicos, conmovedoramente adicto. Se le ve sufrir. De alg�n modo sabe que, arrim�ndose al contexto en que vivi� tal o cual narrador, ir� calcando su talento y su suerte. Por ejemplo, se deshace del ticket ganador de la Loter�a Nacional como un gesto de simpat�a hacia Dostoievsky, lo que enloquece a su mujer, Olga.
No quiero decir que la pel�cula sea lenta, pero lo es. Entiendo perfectamente el ritmo bobo, incluso el tratamiento facilista de un nudo dram�tico no muy atado. Cine sueco. Todo se justifica y se subraya en los �ltimos veinte minutos, que dan un twist infernal y hacen de �sta, para muchos una cinta mediocre, la obra magistral que me tiene aqu�, temblando. Por angas o mangas vemos interrumpida la lucha vocacional del joven -por lo dem�s poco esperanzadora- cuando se topa con la primer escena del crimen.
Esto llega un d�a soleado, al mediod�a, al salir de un templo shinto�sta al que se ha visto atra�do despu�s de leer a Ezra Pound. Elige la puerta trasera para huir de los asistentes y da con el oscuro tono de la sangre humana, que escurr�a del cuerpo hecho trizas de un anciano.
No importan los detalles; a�n si los detalles importaran, no voy a revelarlos. Pero vemos dos cr�menes m�s, igual sangrientos, cerrando con la muerte por destazamiento de Olga en plena cocina. Se trata de una secuencia no mayor a quince segundos, filmada rudimentariamente, en la cual su cuerpo sufre terribles cortes, rasg�ndola toda direcci�n, salpicando la orfebrer�a de las despensas. El joven esposo no se explica el origen de tal calamidad y nada puede hacer. Silencio en la sala del Cine Club.
Olga se ve irreconocible, es un mont�n de harapos y co�gulos. La imagen de la cocina ensangrentada se disuelve a negro y aparecen los cr�ditos que no hubo en un principio:
Una cinta de Theodore Mayan...
Soren Stanlew...
y Maita Donjerssen... en...
El ataque de las navajas invisibles.
Misterio desde el tu�tano, pastura y follajes. Adoro el cine sueco, como el iran�.
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El ataque de las navajas invisibles se exhibir� los d�as Febrero 12, Marzo 12 y Abril 9 en el Cine Club Escr�pulos, administrado por nuestro amigo Lauro Ayub.
Constituci�n # 1660, entre Tercera y Cuarta, Tijuana, M�xico.
Tel�fono: (664) 970-7002.
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enero 23, 2003
La noticia de que los hispanos pasaron a ser la principal minor�a en Estados Unidos (13% de representatividad) desplazando a los afroamericanos (12.7%) y asi�ticos (12.1%), es una de esas que mueve monta�as. Conforme se corre la voz, se ajustan las ideas de lo que consideramos norteamericano. Las Agencias de Noticias no caben de contentas y se atribuyen leyes e hip�tesis, siempre despu�s, con el soberbio tono de "yo ya lo sab�a".
Ahora resulta. Que Bush, en sus giras por ciudades t�pico, pronuncia fragmentos de su discurso en espa�ol, un espa�ol tejanizado y colonialista, de dar miedo. Que Univisi�n, Multivisi�n y Uniradio han logrado chicos ratings como pioneros en la convocatoria hispana. Por dios, incluso le� el siguiente comentario en relaci�n a Salma Hayek, tom�ndola como pivote de la hispanizaci�n, firmado por Brad Fooley en el Sun of the Times: "Cuando la chica sonr�e y ense�a pierna desde su natal Vera Cruz, ac� se le ven los callos."
Los problemas de la pol�tica -y de sus sujetos- son normalmente muy obvios. Y terriblemente aburridos. De acuerdo, pero el tema de la composici�n demogr�fica en Estados Unidos, visto desde Tijuana, donde se tutea con el problema de la migraci�n en versi�n light, resulta un doble shock. El antrop�logo polaco Ocin� Etneilk, tan mal reconocido en los EEUU, donde reside desde 1964, escribi� ayer en su columna del peri�dico virtual Sobreviviente Reich:
"El imperio norteamericano, que tom� vigor cuando reconoci� y asimil� al migrante en su circuito econ�mico, lecci�n que di� a Europa con tubo, ha ido demasiado lejos, quiz� sin saberlo. Va montado en un tobog�n lento pero sin rieles, que controla cada vez menos. Sencillamente, en 150 � 200 a�os tendr� una divisi�n pol�tica tan fuerte o m�s que la de Espa�a, que se bate en conflictos civiles con sus nacionalidades hist�ricas o peque�os pa�ses."
"Todav�a m�s [reitera Etneilk], los estados con tradici�n independiente en el ejercicio de opini�n y que se bastan a s� mismos, como California y Texas, buscar�n tarde o temprano su independencia pol�tica. Todo indica que las regiones de n�cleo duro, aquellas de menor mezcla racial, se ir�n mentalizando para vivir acorraladas y hallar�n la forma de reunirse, geogr�fica y constitucionalmente. No s�lo veo dif�cil que el pa�s ampl�e su territorio al Sur, como podr�a pensarse, sino que veo su destintegraci�n antes del Siglo XXIII."
Desde hace m�s de veinte a�os -como Claridad- Etneilk es solo soledad y silencio. Su posici�n pol�tica es borrosa y anticuada, se le cuestiona no s�lo en aulas universitarias sino hasta en la cocina de Jack-in-the-box. La lectura de Pa�s de barro, su obra m�s difundida, es insoportable, por no decir lo est�pido que me sent� comprando (y leyendo) sus dos vol�menes de Vagoneta al cielo: Iglesias cimarronas en el fin de siglo.
Pero el viejo tiene lucidez. Tienes que leerlo:
http://www.Sobreviviente_Reich.com/columnas/Etneilk/
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enero 21, 2003
Hace cuatro semanas, dos d�as y nueve minutos, bajando de un vag�n del trolley en la estaci�n Iris Avenue, me cay� en la cabeza una caja semivac�a de Clorets. Fue m�s el susto. Despu�s de estrujarme el cabello por el profundo miedo que tengo a las avispas -que viene de mis ocho a�os de edad cuando una avispa roja y gigante, de patas colgantes, me sigui� en un parque hasta clavarme el aguij�n a cent�metros del test�culo derecho-, me di cuenta que no hab�a insecto de por medio, sino la caja de Clorets con las �ltimas tabletas.
El edificio m�s cercano estaba a 100 metros y la caja hab�a ca�do en l�nea vertical. Empec� a preguntarme qui�n estar�a lanzando cajas semivac�as de Clorets desde lo alto, por qu� semivac�as, por qu� encima de m�, cuando me intrig� un resplandor publicitario de la caja:
Clorets con clorofila
He visto el promo en TV y no me lo hab�a preguntado, pero parece lo m�s extravagante del consumismo desde el lavaplatos con internet Whirlpool. Un producto aderezado con lo absurdo, un plus totalmente desvinculado de la necesidad que prove�, pero que ahora vende m�s, algo que no comprendo.
Tal vez no sea la clorofila que sabemos, puede que sea otra y no la de siempre. Ser� la m�mica ejecutante de un chicle nuevo y desorbitante, un chicle vil por el que un d�a ser� capaz de cambiar diez a�os de felicidad por unos minutos de su aliento, ser� un abanicazo de frescura.
Pero no es clorofila.
No puede ser.
Me niego a que lo sea.
Podr� la industria del chicle, abanderada por la monol�tica Adams, dise�ar chicles de inusitada calidad y manipular su qu�mica para encender en nuestra boca efectos de Bah�a Cochinos. Pero la clorofila existe para un solo fin, sencillo y malhumorado: hurgar y escamotear en los cascos y enramajes, aplicar una ecuaci�n de sol y hartar de verde los acantilados, los ventanales de tu celda, el asiento trasero de los viejos Rambler, Scirocco y Valiant por los que ya nadie pregunta ni paga.
Adem�s, suponiendo que lo sea -finalmente Adams y Warner Lambert reclutan a los mejores Ingenieros en Mascarolog�a-, la clorofila debe tener su genio. Ya veo la manera de tomarlo, cuando en lugar de encarrilarse al ascenso dormil�n de un tallo se vea nadando a borbotones en la turbulencia de tu sangre, ver�s c�mo te las arreglas.
Eso por hablar de un producto natural, que a todos y a nadie pertenece. Porque los Clorets llevan tambi�n f�rmulas de titanio, que seguro dan tonalidad, y goma laca, esa noble resina. Tan noble que es extra�da por adolescentes de la Isla Maystick que la mascan largas horas para fabricar condones.
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enero 14, 2003
Trabajo en una oficina blanca, punto. Aqu� todo es as�. Recibo y atiendo a un tipo lleno de inseguridades, alguien como yo pero situado tr�s del escritorio, punto. Lo cual me da ventaja, punto. Al otro lado del tel�fono percibo a un compa�ero de trabajo que, ante una simple y ordinaria pregunta, dice perm�teme, lo atiendo, lo sigo atendiendo, gracias por la espera y finalmente, cuando espero un s� o no, me tira una telesc�pica cadena num�rica que debo memorizar como clave de supervivencia.
Una chica simple �no hay adjetivo m�s justo� se mece con indiferencia al ritmo susurrante de un diminuto par de aud�finos que, por cierto, no lleva puesto. Las bocinillas secretean desde su cuello, bronco y definido como una ca�a.
�Buenos d�a, s�game �doy media vuelta mostrando el camino.
�Gracias. �Est�s loco? �Fr�o t�?
Su pregunta me saca del hast�o, no la entiendo y volteo. Me ignora, al parecer habla con alguien m�s a pesar de no haber nadie cinco metros a la redonda. Pero hay cada loco, as� que llego a mi escritorio y tomamos asiento. Entonces puedo verla. La chica simple coloca frente a s� un cuaderno �dem. Tambi�n un gran lim�n que m�s bien parece lima �por la piel deslucida y rugosa� y un objeto blanco del que emana el cablecillo de los aud�fonos. Objeto que reconozco inmediatamente, con bastante sorpresa.
Es un iPod. El almacenador y reproductor digital que Apple lanz� al mercado en el 2001, del tama�o de un monedero, ligero de equipaje. Ante la facha opulenta de los hermanos Sony, Walkman y Discman, el iPod se ve de lo m�s simp�tico. No puedo evitar alzarme y estirar la mano para verlo mejor, costumbre ventajosa de todo buen ejecutivo. En el display se alternan dos leyendas: LOADED y P RUBIO LO HARE POR TI.
No bien capt� la coqueter�a oz�nica de Paulina Rubio, "Mira qu� bien se nos da / eso de estar juntos los dos...", cuando el lim�n rod�, casi galopando sobre mi escritorio. La chica se interpuso y lo cach�, llev�ndoselo al pecho. "Esto de ensayar futuro / siempre acompa��ndonos...". Esta es una triste historia, contada tantas veces.
�-El verano duele, �o�ste? No soy yo.
Si no se dirige a m�, debe estar loca. Pero habla con el lim�n, que como todos los limones duerme. Lo vuelve a colocar sobre contratos y p�lizas, asegur�ndolo entre su cuaderno y una engrapadora. No lo cre�, pero el lim�n comenz� a moverse con lentitud, visiblemente inc�modo, luchando por ganar cent�metros. La imagen m�s cercana es un huevo a punto de eclosi�n. Su vida hecha c�licos, dianas y condecoraciones ganadas en mil viajes que a�n braman por ella, a los que nunca fue. La chica simple libera una l�grima �dem.
��Te encuentras bien? �pregunt�.
Me cont�, en voz baja pero suficiente, que el demonio se hab�a escapado de la caba�a de un guardabosques escoc�s del Siglo XVII, quien le dio tutela sin saberlo en un cop�n hirviente que utilizaba su padre, y anteriormente su abuelo, para encender tabaco rudo. Luego de causar diversi�n, malestar y muerte a los tripulantes de un gale�n abanderado en los Midland brit�nicos, el demonio encall�, barajando salvajamente el tiempo y el espacio, en las costas de Jamaica o por ah�. Revuelto con las astillas de la embarcaci�n y las ricas arenas del Caribe, fue recogido por hongos fitopat�genos alojados al pie de un pescador andariego; �ste la vive descalzo y embarra cualquier novedad en el guardapolvo de la abarrotera Debussy Hermanos, siendo f�cil para cualquier demonio que se precie dar con un contenedor de fruta. En nuestro caso, limones que zurcar�an el Golfo rumbo a los Estados Unidos para su venta al menudeo, calidad de exportaci�n. El demonio acab� un exilio de cuatrocientos a�os y trep� al lim�n m�s vigoroso, entrando por el chich�n. Ella exprimi� varios limones en una fonda, sobre la humeante sopa, conservando el m�s hermoso para la eternidad.
�Me tiene presa �dijo.
Cuando termin� su relato, sent� un poder�o s�bito, un chispazo de sabidur�a y oportunismo que me ven�a de las profundidades. Digo profundidades volteando al interior, a un sitio que no debe estar a menos de 500 millas dentro, un sitio inmaterial pero tambi�n org�nico y ferviente que me bulle, como a ti, desde las torceduras del �cido nucleico. Lo que me distingue como empleado de oficina blanca y a la vez me hermana con la sobriedad ovina de los siglos.
Tom� el lim�n con ambas manos, que intent� zafarse con ansias de catacumba, y corr� fuera del edificio, seguido por la chica. El iPod cumpl�a con su deber: "... y cuando me besas siento que disparas / al fondo de mi alma". Quiero pensar que mis acciones, los actos que realic� con aquel lim�n por casi media hora y que memoric� tan mal, ayudaron a la pacificaci�n de algo. A�n haciendo m�s, a�n haciendo el doble de lo que logr�, y no es poco, la chica pensar� que fue algo encantador. Pero in�til.
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Una chica simple �no hay adjetivo m�s justo� se mece con indiferencia al ritmo susurrante de un diminuto par de aud�finos que, por cierto, no lleva puesto. Las bocinillas secretean desde su cuello, bronco y definido como una ca�a.
�Buenos d�a, s�game �doy media vuelta mostrando el camino.
�Gracias. �Est�s loco? �Fr�o t�?
Su pregunta me saca del hast�o, no la entiendo y volteo. Me ignora, al parecer habla con alguien m�s a pesar de no haber nadie cinco metros a la redonda. Pero hay cada loco, as� que llego a mi escritorio y tomamos asiento. Entonces puedo verla. La chica simple coloca frente a s� un cuaderno �dem. Tambi�n un gran lim�n que m�s bien parece lima �por la piel deslucida y rugosa� y un objeto blanco del que emana el cablecillo de los aud�fonos. Objeto que reconozco inmediatamente, con bastante sorpresa.
Es un iPod. El almacenador y reproductor digital que Apple lanz� al mercado en el 2001, del tama�o de un monedero, ligero de equipaje. Ante la facha opulenta de los hermanos Sony, Walkman y Discman, el iPod se ve de lo m�s simp�tico. No puedo evitar alzarme y estirar la mano para verlo mejor, costumbre ventajosa de todo buen ejecutivo. En el display se alternan dos leyendas: LOADED y P RUBIO LO HARE POR TI.
No bien capt� la coqueter�a oz�nica de Paulina Rubio, "Mira qu� bien se nos da / eso de estar juntos los dos...", cuando el lim�n rod�, casi galopando sobre mi escritorio. La chica se interpuso y lo cach�, llev�ndoselo al pecho. "Esto de ensayar futuro / siempre acompa��ndonos...". Esta es una triste historia, contada tantas veces.
�-El verano duele, �o�ste? No soy yo.
Si no se dirige a m�, debe estar loca. Pero habla con el lim�n, que como todos los limones duerme. Lo vuelve a colocar sobre contratos y p�lizas, asegur�ndolo entre su cuaderno y una engrapadora. No lo cre�, pero el lim�n comenz� a moverse con lentitud, visiblemente inc�modo, luchando por ganar cent�metros. La imagen m�s cercana es un huevo a punto de eclosi�n. Su vida hecha c�licos, dianas y condecoraciones ganadas en mil viajes que a�n braman por ella, a los que nunca fue. La chica simple libera una l�grima �dem.
��Te encuentras bien? �pregunt�.
Me cont�, en voz baja pero suficiente, que el demonio se hab�a escapado de la caba�a de un guardabosques escoc�s del Siglo XVII, quien le dio tutela sin saberlo en un cop�n hirviente que utilizaba su padre, y anteriormente su abuelo, para encender tabaco rudo. Luego de causar diversi�n, malestar y muerte a los tripulantes de un gale�n abanderado en los Midland brit�nicos, el demonio encall�, barajando salvajamente el tiempo y el espacio, en las costas de Jamaica o por ah�. Revuelto con las astillas de la embarcaci�n y las ricas arenas del Caribe, fue recogido por hongos fitopat�genos alojados al pie de un pescador andariego; �ste la vive descalzo y embarra cualquier novedad en el guardapolvo de la abarrotera Debussy Hermanos, siendo f�cil para cualquier demonio que se precie dar con un contenedor de fruta. En nuestro caso, limones que zurcar�an el Golfo rumbo a los Estados Unidos para su venta al menudeo, calidad de exportaci�n. El demonio acab� un exilio de cuatrocientos a�os y trep� al lim�n m�s vigoroso, entrando por el chich�n. Ella exprimi� varios limones en una fonda, sobre la humeante sopa, conservando el m�s hermoso para la eternidad.
�Me tiene presa �dijo.
Cuando termin� su relato, sent� un poder�o s�bito, un chispazo de sabidur�a y oportunismo que me ven�a de las profundidades. Digo profundidades volteando al interior, a un sitio que no debe estar a menos de 500 millas dentro, un sitio inmaterial pero tambi�n org�nico y ferviente que me bulle, como a ti, desde las torceduras del �cido nucleico. Lo que me distingue como empleado de oficina blanca y a la vez me hermana con la sobriedad ovina de los siglos.
Tom� el lim�n con ambas manos, que intent� zafarse con ansias de catacumba, y corr� fuera del edificio, seguido por la chica. El iPod cumpl�a con su deber: "... y cuando me besas siento que disparas / al fondo de mi alma". Quiero pensar que mis acciones, los actos que realic� con aquel lim�n por casi media hora y que memoric� tan mal, ayudaron a la pacificaci�n de algo. A�n haciendo m�s, a�n haciendo el doble de lo que logr�, y no es poco, la chica pensar� que fue algo encantador. Pero in�til.
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enero 11, 2003
Es un poco s�bado, la noche me tira de su molcajete. El s�bado existe, no cuando lo considero �til sino hasta que lo decide �l, que se se dilata sin mi consentimiento. Ma�ana habr� tiempo para cambiar los ejes, vagabundear por las rec�maras, dejarse acariciar por el bossa nova y la firma de Dios en los muslos de Anabella Sciorra. Ma�ana. Mientras tanto hay poco s�bado, vuelvo a casa y quiero tacos.
Si alguien vagabundea el s�bado y se detiene en una taquer�a, puedes estar seguro: no tuvo un d�a redondo. El s�bado lleva una digesti�n dif�cil -la semana entera como bolo alimenticio- pero el magnetismo de los tacos dice m�s. Crayonazos en la nuca. Escapan vapores del gran trompo de carne. Encaro un sincero -aunque mec�nico- examen de conciencia.
-Amor, te prepar� semanas.
El taquero, con el taca-taca-flush que hemos memorizado de a�os, forma los tacos en un estrecho plato que les permite un abrazo final. �sta es una idea fatalista y puede que me percate de ella, lo que precipita el tono. Rearmar el cuadro, acomodar las culpas.
-No es que lo dude, amor.
Uno de los taqueros sirve la salsa y en seguida el guacamole, mientras el sustituto, que despacha a partir de las 02:00 con menos experiencia, lo hace al rev�s. Ambos son veloces. El taco sabe igual. Siempre y cuando no reciban instrucciones de armar, en el mismo plato, una orden de composici�n distinta, pues entonces se revelan las ventajas del m�todo que favorece, obviamente, al primero. Salsa, m�todos y ex�men de conciencia.
-El olor de tu cabello, amor, qu� m�s ha de ser.
El encuentro fue insuperable, la vi sonre�r. Pero algo hizo pavonearme con la cena y sus dedos perdieron rigidez. Se supon�a que el mon�logo fue justo y bien planteado, se supon�a que nadie iba a llorar. Que nadie arrojar�a las llaves y que el l�piz labial -deslizado tantas veces al contorno de la boca pr�nsil, per�metro rojo, roj�simo, hecho brasas- ocupar�a el mismo sitio toda la noche, dentro del bolso de dise�o pueblerino y un kit todo incluido de Ross Lullaby que imita con modestia los estuches soberbios de Este� Lauder. Se supon�a. Pero no fue as�.
-Creo que la amo. Quiz� s�lo est� hambriento.
Cuarto taco, creyendo que van tres. Suben y bajan switches del s�bado extinto, mugen bovinos al interior de la memoria. Es tarde. �Quieres alternativas? Madrugar el domingo por unos tacos de carne de puerco, en comparaci�n a desvelarse para los de res. Int�ntalo. Un grupo de polacos ciegos se someti� infinitas veces a ambas experiencias y lo plasmo en un texto emocionante, de oscura po�tica, que se public� en la primavera del 2002. Supe que hubo violentas discusiones para elegir el t�tulo, Cartas de amor al fondo de la mina. Un inquietante ensayo que absorbe la conciencia urbana como popote gigantesco. El libro del a�o.
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Si alguien vagabundea el s�bado y se detiene en una taquer�a, puedes estar seguro: no tuvo un d�a redondo. El s�bado lleva una digesti�n dif�cil -la semana entera como bolo alimenticio- pero el magnetismo de los tacos dice m�s. Crayonazos en la nuca. Escapan vapores del gran trompo de carne. Encaro un sincero -aunque mec�nico- examen de conciencia.
-Amor, te prepar� semanas.
El taquero, con el taca-taca-flush que hemos memorizado de a�os, forma los tacos en un estrecho plato que les permite un abrazo final. �sta es una idea fatalista y puede que me percate de ella, lo que precipita el tono. Rearmar el cuadro, acomodar las culpas.
-No es que lo dude, amor.
Uno de los taqueros sirve la salsa y en seguida el guacamole, mientras el sustituto, que despacha a partir de las 02:00 con menos experiencia, lo hace al rev�s. Ambos son veloces. El taco sabe igual. Siempre y cuando no reciban instrucciones de armar, en el mismo plato, una orden de composici�n distinta, pues entonces se revelan las ventajas del m�todo que favorece, obviamente, al primero. Salsa, m�todos y ex�men de conciencia.
-El olor de tu cabello, amor, qu� m�s ha de ser.
El encuentro fue insuperable, la vi sonre�r. Pero algo hizo pavonearme con la cena y sus dedos perdieron rigidez. Se supon�a que el mon�logo fue justo y bien planteado, se supon�a que nadie iba a llorar. Que nadie arrojar�a las llaves y que el l�piz labial -deslizado tantas veces al contorno de la boca pr�nsil, per�metro rojo, roj�simo, hecho brasas- ocupar�a el mismo sitio toda la noche, dentro del bolso de dise�o pueblerino y un kit todo incluido de Ross Lullaby que imita con modestia los estuches soberbios de Este� Lauder. Se supon�a. Pero no fue as�.
-Creo que la amo. Quiz� s�lo est� hambriento.
Cuarto taco, creyendo que van tres. Suben y bajan switches del s�bado extinto, mugen bovinos al interior de la memoria. Es tarde. �Quieres alternativas? Madrugar el domingo por unos tacos de carne de puerco, en comparaci�n a desvelarse para los de res. Int�ntalo. Un grupo de polacos ciegos se someti� infinitas veces a ambas experiencias y lo plasmo en un texto emocionante, de oscura po�tica, que se public� en la primavera del 2002. Supe que hubo violentas discusiones para elegir el t�tulo, Cartas de amor al fondo de la mina. Un inquietante ensayo que absorbe la conciencia urbana como popote gigantesco. El libro del a�o.
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enero 9, 2003
El se�or de los anillos: Las dos torres. Aironazo que hace vibrar el pecho como una habitaci�n llena de biombos, vacaci�n todo pagado a lo imposible, dilema juguet�n de culpas y perdones. Pero se extra�a a Cate Blanchett. Sus profundos mon�logos que dan consistencia y temperamento, elevando la historia y sus hilos. La voz en off que abre La Hermandad del Anillo es lo mejor del par de pel�culas, hasta ahora:
"The world is changed. I feel it in the water."
Ella como vidrio. Muselina, falsete, dedo pulgar. Y esos ojos, alterados o no con la paleta cinematogr�fica, deber�an ser la patente de un nuevo azul, Azul Blanchett.
No tengo idea cu�nto voy a gastar en la trilog�a, al cabo de a�os, sea en DVDs, sea en las gruesas noveletas y sus arrimados. Dos tickets en dos d�as consecutivos me hacen suponer que mucho. "�A qu� nos aferramos, Frodo?", pregunta Sam, uno de los que m�s terreno gana en el rompecabezas cerebral que atenaza al hermoso hobbit. Ignoro si la evoluci�n de Sam sucede en la novela o es una decisi�n del director, como tambi�n el hecho de meter a Liv Tyler as�, tan forzada y desechable, como sost�n afectivo para un personaje con suficiente masa, Aragorn, que no lo necesita, m�s bien para justificarla en el reparto.
Formo parte de los nuevos adeptos de Tolkien. En 1993 estuve a punto de leer la obra, tan cerca que fue cuesti�n de abrirlo y dejarme llevar, pero se interpuso El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg, que echa por tierra mucho del imaginario medieval, y la perilla movi� todos los canales. Alg�n d�a ser�.
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"The world is changed. I feel it in the water."
Ella como vidrio. Muselina, falsete, dedo pulgar. Y esos ojos, alterados o no con la paleta cinematogr�fica, deber�an ser la patente de un nuevo azul, Azul Blanchett.
No tengo idea cu�nto voy a gastar en la trilog�a, al cabo de a�os, sea en DVDs, sea en las gruesas noveletas y sus arrimados. Dos tickets en dos d�as consecutivos me hacen suponer que mucho. "�A qu� nos aferramos, Frodo?", pregunta Sam, uno de los que m�s terreno gana en el rompecabezas cerebral que atenaza al hermoso hobbit. Ignoro si la evoluci�n de Sam sucede en la novela o es una decisi�n del director, como tambi�n el hecho de meter a Liv Tyler as�, tan forzada y desechable, como sost�n afectivo para un personaje con suficiente masa, Aragorn, que no lo necesita, m�s bien para justificarla en el reparto.
Formo parte de los nuevos adeptos de Tolkien. En 1993 estuve a punto de leer la obra, tan cerca que fue cuesti�n de abrirlo y dejarme llevar, pero se interpuso El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg, que echa por tierra mucho del imaginario medieval, y la perilla movi� todos los canales. Alg�n d�a ser�.
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enero 7, 2003
Hoy martes, en los diarios argentinos, deslumbr� una mala noticia: muri� F�lix Loustau, ex-jugador de River Plate. Para no perfumar demasiado, digamos que su apellido es la quinta palabra de un poema memorizado por septuagenarios:
Mu�oz Moreno Pedernera Labruna Loustau.
Es la l�nea delantera del River Plate de la d�cada 1950, apodada La M�quina, adjetivo que ilustra pero igualmente distorsiona.
En las grandes prensas de papel actuales, se degollan resmas con una delgada hoja de acero que mide el papel en nanomil�simas y ejecuta un solo tajo silencioso, cuando en el pasado se utiliz� una guillotina de 700 kilos que maltrataba las orillas y de vez en cuando cobraba un dedo a sus operadores. Ambas cortan el papel. En su d�a, las dos fueron La m�quina.
Llamarle M�quina a un equipo de f�tbol, en el contexto de los sistemas defensivos vigentes y el tono de minusval�a post-industrial de mitad de siglo en Am�rica Latina, es casi un chiste. Pero vale. El mundo del deporte es p�simo asignando met�foras.
Si en verdad aquel River fue la maravilla y sus cinco delanteros -formaci�n que se considera extinta pero que podemos ver en los equipos de Guus Hidink, el Manchester United de Alex Fergusson y el mejor Atlas de Ricardo Lavolpe (1999)-, si eran tan generosos y flexibles, nos queda todo menos m�quina. Mejor una imagen de fertilidad y apego: El azad�n o La hu�rfana. En el mismo tren de ideas, la selecci�n de Holanda de 1974 conocida como Naranja Mec�nica, a la que he visto en 5 � 6 partidos y cada vez me deja el iris tembloroso, ser� Naranja Din�mica por decir lo menos.
Descanse en paz Loustau, pero jam�s lo vi jugar. Ni al River Plate de su generaci�n. Es m�s, a ning�n equipo de los a�os cincuenta y vivo sin ning�n problema. Las enfermizas �pocas de Oro, al diablo con ellas. Lejos de estimular a las nuevas generaciones como un par�metro de medici�n, hacen m�s de ancla, de nudo nost�lgico.
Cuando Ronaldo anot� el segundo gol en la final de Jap�n Corea 2002, empatando a Pel� con 12 goles, fui el primero en celebrarlo. Wow, vivir para contarlo: tumbar el mito de Pel�, el est�ndar fundamental de un gremio que arrastra -como el pop- deudas insalvables con los a�os 60 y 70.
Pel�, inmaculado e intocable, por un lado, adorna las videotecas de colecci�n del f�tbol de Brasil -que son desgraciadamente pocas- pero ha sido un freno an�mico para miles de futbolistas brasile�os, menos dotados que �l y por ello condenados a una proyecci�n de segunda.
As� llega Ronaldo y lo empata, eso es innovaci�n. Con un poco de salud -Ronaldo necesita poca salud para rendir, que ya me gustar�a decir lo mismo- en 2006 el dient�n delantero borrar� de la memoria otro n�mero m�gico, el 14, cantidad m�xima de goles, patente de otro arc�ngel, Gerd Muller.
Para dejar en claro: en el blog de Mr Phuy, Pel� ser� un blanco constante (cursivas para no herir susceptibilidades). Me parece el mejor futbolsita de todos, pero no el m�s importante. Para eso est� Johann Cruyff, rompiendo esquemas y abriendo campos de reflexi�n y pensamiento, m�s cerebral y propositivo que ning�n otro. Garincha un milagroso pillo. Zico lo m�s cool. Maradona la excepci�n perfecta. Franco Baresi, Roberto Carlos y Hugo S�nchez como los mejores especialistas en su puesto, sin competidor a la vista.
Brav�simo al jovencito Pel�, que lleg� como un respiro cuando el f�tbol se inclinaba hacia el poder tenebroso de la Europa Oriental y de Italia en su versi�n cochina, una dura llamada de atenci�n de Brasil y Sudam�rica al f�tbol organizado no Europeo. Pero Maradona es la Contrarreforma, imagen que me encanta por provocativa y f�rtil. Con ese aire de ponzo�a y fantas�a -ni hablar de su calidad futbol�stica- Maradona ayud� a bien morir al modelo de futbolista impecable que propon�an Pel� y Beckenbauer, ganador, caballeroso y amigo de los ni�os.
El f�tbol de hoy es un bosquejo delicioso, pero a�n lejano del ser acabado que vendr�. Sufrir� convulsiones y dentro de poco -treinta a�os- mutar� en algo distinto y mejor, gracias a la estela maravillosa del ramo femenil y al maremoto que se viene de Oriente cuando Jap�n, Corea, India, China y los Archipi�lagos de Indonesia diga agua va. Unos que nacen y otros morir�n. Ese f�tbol me convierte.
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Mu�oz Moreno Pedernera Labruna Loustau.
Es la l�nea delantera del River Plate de la d�cada 1950, apodada La M�quina, adjetivo que ilustra pero igualmente distorsiona.
En las grandes prensas de papel actuales, se degollan resmas con una delgada hoja de acero que mide el papel en nanomil�simas y ejecuta un solo tajo silencioso, cuando en el pasado se utiliz� una guillotina de 700 kilos que maltrataba las orillas y de vez en cuando cobraba un dedo a sus operadores. Ambas cortan el papel. En su d�a, las dos fueron La m�quina.
Llamarle M�quina a un equipo de f�tbol, en el contexto de los sistemas defensivos vigentes y el tono de minusval�a post-industrial de mitad de siglo en Am�rica Latina, es casi un chiste. Pero vale. El mundo del deporte es p�simo asignando met�foras.
Si en verdad aquel River fue la maravilla y sus cinco delanteros -formaci�n que se considera extinta pero que podemos ver en los equipos de Guus Hidink, el Manchester United de Alex Fergusson y el mejor Atlas de Ricardo Lavolpe (1999)-, si eran tan generosos y flexibles, nos queda todo menos m�quina. Mejor una imagen de fertilidad y apego: El azad�n o La hu�rfana. En el mismo tren de ideas, la selecci�n de Holanda de 1974 conocida como Naranja Mec�nica, a la que he visto en 5 � 6 partidos y cada vez me deja el iris tembloroso, ser� Naranja Din�mica por decir lo menos.
Descanse en paz Loustau, pero jam�s lo vi jugar. Ni al River Plate de su generaci�n. Es m�s, a ning�n equipo de los a�os cincuenta y vivo sin ning�n problema. Las enfermizas �pocas de Oro, al diablo con ellas. Lejos de estimular a las nuevas generaciones como un par�metro de medici�n, hacen m�s de ancla, de nudo nost�lgico.
Cuando Ronaldo anot� el segundo gol en la final de Jap�n Corea 2002, empatando a Pel� con 12 goles, fui el primero en celebrarlo. Wow, vivir para contarlo: tumbar el mito de Pel�, el est�ndar fundamental de un gremio que arrastra -como el pop- deudas insalvables con los a�os 60 y 70.
Pel�, inmaculado e intocable, por un lado, adorna las videotecas de colecci�n del f�tbol de Brasil -que son desgraciadamente pocas- pero ha sido un freno an�mico para miles de futbolistas brasile�os, menos dotados que �l y por ello condenados a una proyecci�n de segunda.
As� llega Ronaldo y lo empata, eso es innovaci�n. Con un poco de salud -Ronaldo necesita poca salud para rendir, que ya me gustar�a decir lo mismo- en 2006 el dient�n delantero borrar� de la memoria otro n�mero m�gico, el 14, cantidad m�xima de goles, patente de otro arc�ngel, Gerd Muller.
Para dejar en claro: en el blog de Mr Phuy, Pel� ser� un blanco constante (cursivas para no herir susceptibilidades). Me parece el mejor futbolsita de todos, pero no el m�s importante. Para eso est� Johann Cruyff, rompiendo esquemas y abriendo campos de reflexi�n y pensamiento, m�s cerebral y propositivo que ning�n otro. Garincha un milagroso pillo. Zico lo m�s cool. Maradona la excepci�n perfecta. Franco Baresi, Roberto Carlos y Hugo S�nchez como los mejores especialistas en su puesto, sin competidor a la vista.
Brav�simo al jovencito Pel�, que lleg� como un respiro cuando el f�tbol se inclinaba hacia el poder tenebroso de la Europa Oriental y de Italia en su versi�n cochina, una dura llamada de atenci�n de Brasil y Sudam�rica al f�tbol organizado no Europeo. Pero Maradona es la Contrarreforma, imagen que me encanta por provocativa y f�rtil. Con ese aire de ponzo�a y fantas�a -ni hablar de su calidad futbol�stica- Maradona ayud� a bien morir al modelo de futbolista impecable que propon�an Pel� y Beckenbauer, ganador, caballeroso y amigo de los ni�os.
El f�tbol de hoy es un bosquejo delicioso, pero a�n lejano del ser acabado que vendr�. Sufrir� convulsiones y dentro de poco -treinta a�os- mutar� en algo distinto y mejor, gracias a la estela maravillosa del ramo femenil y al maremoto que se viene de Oriente cuando Jap�n, Corea, India, China y los Archipi�lagos de Indonesia diga agua va. Unos que nacen y otros morir�n. Ese f�tbol me convierte.
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enero 6, 2003
Es Tricky.
Noche de cicatrices y barrotes.
Fiesta mim�tica.
Desapalabrar.
Amor fracturado.
Fractura enamorada.
Alma lo-fi.
�ngel claustrof�bico.
Poderoso error.
Reptilencias en tu DNA.
Mam� el volumen mam�.
Futuro untado.
Ellos no son el mundo.
Trip-hop paranormal.
Anti-pop insurgente.
M�sica invertebrada.
Pol�mero nervioso.
Lo has derrumbado t�.
Consecuencia potable.
M�sica negra.
M�sica marr�n.
M�sica molusco.
M�sica alienada y repelente.
Industria deprimida.
Si te digo el origen.
Lo bello debe morir.
Lo muerto debe embellecer.
Escalofr�o tenerte.
No pertenezco aqu�.
Es Tricky. Escal�n angustioso del pop catat�nico que lleg� a m� como el borrador de un l�piz Ticonderoga. En dos pasadas desplaz� tantas cosas, echando a perder superficies limpias, bien escritas.
Es Tricky. El �lbum Maxinquaye sigue siendo una hinchaz�n neuronal y Nearly God el punto m�s oscuro de mi subconciente. Hasta all� puedo ver. M�s all� no hay luz y andar a ciegas me hace volver al encierro en que nos tuvo mi abuelo, el pirata.
Es Tricky. En el 2001 public� Blowback en su fase -muy respetable- de rock duro, un �lbum del que reneg� su audiencia pero que tambi�n us� �l para renegar de ocho cosas, siete de las cuales no nos incumben y otra que olvid�.
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enero 3, 2003
En la tarea engorrosa de subir la imagen de Zico (ver comentario de abajo), que con esta maldita conexi�n me lleva seis minutos, veo una leyenda a sus pies, Material de construcci�n, que no significa nada. El bal�n es lo que fue, un hijo del Adidas Tango. Los shorts son de otra �poca: vivos verticales a los costados, costuras en Y invertida que a fuerza del uso se abr�an en V o en W, fibra de nylon.
Zico tuerce la mu�eca izquierda, mantiene el codo atr�s, relajado. Control anat�mico. Creo haber visto a Maradona fotografiado en la misma circunstancia, aunque sin esa heladez en el rostro. Diego era de rostro desafiante y desafiado, travieso inconfundible. Puede ser una peque�ez, pero la mano atr�s y el bal�n corriendo libre es una peque�ez de tipos que juegan sueltos.
Habr� que calcular el volumen de esos muslos, insisto, llenos de esteroides. Y qu� diablos. Esteroides, nandrolona y m�s trabalenguas al torrente sangu�neo.
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enero 1, 2003
Debut de Mr Phuy.
Actualizaci�n: 2 a 4 veces por semana. Mi conexi�n es lennnnnta, casi imposible.
Mi abuelo y t� son casi la misma persona. Pero mi abuelo hall� su compa�era. Y t� no. Lo que mi abuelo hizo o dej� de hacer te importa mucho, como tambi�n lo que voy a decir: el futbolista m�s cool de la historia es Zico. Hay siete razones que lo justifican y puede que haya m�s, como igual he descubierto doce marcas de un hijo de puta, cuando se sabe que son nueve:
1 El pelo ralo.
2 La frente buida, una cosa as�.
3 Cara p�lida.
4 La barba ca�da, en cascada, lo abundante que se pueda. Si el hijo de puta es lampi�o o gusta de afeitarse, habr� que arrim�rsele m�s para interpretar la apertura de sus poros y suponer si la tendr�a en cascada.
5 Manos blandas y babosas. Babean lo que tocan, tocan lo que babean.
6 El mirar huido. El hijo de puta mira en chanfle. Lanza un hilillo cuando mira pero �ste se bate con el aire.
7 Vocecilla pitona, de flauta, p�dele cantar.
8 El pito suelto, domado. Mismo asunto que en la barba (ver marca 4).
9 El hijo de puta es codicioso. Selene me explica que ambicioso y codicioso es totalmente otra cosa, no que te importe saberlo. Ambicioso es el que quiere. Codicioso es el que no quiere perder lo que ya tiene. Queda claro que en el Top 5 de los m�s grandes codiciosos debe estar, encima de Fidel Castro, el entra�able Gollum.
Hay otras tres, que suman doce. La d�cima, por ejemplo, es que si un hijo de puta alza una pierna en escuadra, formando �ngulo recto con el culo de v�rtice, cae. No resiste diez segundos. Es la d�cima. Tengo dos m�s.
Zico es (fue) de lo m�s cool, con lo antip�tico y tedioso que generalmente es el f�tbol si se lo ve en contexto como entretenimiento y nicho de aficiones, especulaci�n, burladero, regionalismos odiosos y calentamiento de dos lastres que repelo: el confort y la nostalgia. Puedo decir que no me gusta el f�tbol pero me gusta terriblemente ver jugar a Zico, que encierra todo el f�tbol y da sabor al resto, f�tbol rancio y tal. Lo tengo a la vista en el cartel publicitario de la Copa Toyota Intercontinental 1981 que gan� el Flamengo contra el Liverpool.
Lo hall� en la Red, me ilumin� la cara y lo grab� inmediatamente. Es uno de los Desktop m�s frecuentes en mi computadora, alternado con obsesivos close-up que captur� en las macetas del barandal, cables telef�nicos, galletas Ritz, instructivos obsoletos en idioma mandar�n y dos fenomenales cuadros que produjo Paul Klee en su viaje a T�nez, primavera de 1914, viajecito aquel.
Dec�a de Zico. En su mejor versi�n era el puppet master en cada partido, jalando y devolviendo a su sitio a compa�eros y rivales con un peque�o giro de cintura, o giro de cuello, o giro de tobillos, van y vienen porque el brasile�o lo decidi� con esa sev�tica espontaneidad. Nadie m�s divino ni m�s cool. Bochini pero no, Laudrup pero no, Zidane pero no.
Ese Flamengo de 1981, al que nunca vi jugar, es el m�s celebrado en la historia del club que, seg�n sabemos, en Brasil no tiene seguidores sino ac�litos. All� ten�an al menudo Junior, que para mejor se�a es el Pony Ruiz del Mundo de las Ideas; tambi�n a Leandro y al ca�onero Tita, que 10 a�os despu�s emigr� para jugar en Le�n, Guanajuato. Sus ac�litos dicen que el equipo era imbatible, y a falta de videoteca ni modo, hay que creerlo.
En cambio, el Liverpool de Matt Busy, cl�sico y groundbreaking para el f�tbol ingl�s, lleva ventaja en la inserci�n hist�rica pues mientras el Flamengo s�lo vive en la memoria suburbana de sus seguidores, del Liverpool pululan �lbumes y videos compilatorios en los que puede verse correr y dar instrucciones al goleador Ian Rush y a Kenny Dalguish, un deportista esdr�julo. Pero en 1981 ganaron los brasile�os, tres goles a cero.
No s� en qu� reporte noticioso vi unos segundos a Zico alzando la copa, pasarla a sus compa�eros y recibir una gigantesca llave como prenda de la camioneta Toyota que atascar�a mil veces en los lodos de R�o. El reporte se esfum� y basta, no m�s Copa Toyota para los ni�os mexicanos. La palabra Intercontinental qued� sobre la lengua, pronunciada hacia dentro por a�os, como un rumiante, sin que alguien pudiera explicar por qu� diablos se llamaba as�, cu�ndo se disputaba, qui�n la disputaba y por qu� mis Pumas de la UNAM o el todopoderoso Am�rica no la jugaban o aspiraban a jugarla.
En los veranos subsecuentes, con suerte y expectativa en la televisi�n, la Toyota volv�a en flashazos igual de breves, ahora en manos de Michel Platini, Ruud Gullit, Toninho Cerezo, Chilavert... Hablo de un trofeo atractivo, de los mejores en cuanto al dise�o, digo, en el escueto juego de s�mbolos del f�tbol. Nota 1: El mejor para m� es el disco plateado que se entrega a los campeones de la Bundesliga alemana. Nota 2: El cop�n de los torneos mexicanos es horroroso y anticuado.
La historia no es m�s que polvo de h�roes y villanos mezclado con excremento de rata, chica frase de Manuel Vincent. Pues eso. El cartel de la Intercontinental 1981 es un concepto mitad selv�tico mitad manga, hecho de lujos e incoherencias. Caracteres para ser le�dos desde el Lejano Oriente (la fecha y el lugar, el precio de plateas, la menci�n de los protagonistas), trazos dirigidos de Europa a Sudam�rica: �sta �ltima infunde miedo a la primera con la idea de Zico, su cuerpo inclinado majestuosamente sobre el c�sped, h�medo y denso para no confundir. El brazalete de capit�n en su sitio y la mueca sostenida en la conducci�n del bal�n, que es limpio y rueda libre.
Como cualquier fotograf�a tomada en canchas brasile�as, la grada se percibe como un caldo de mantas, citas b�blicas y rostros fuera de foco hipnotizados a los anchos muslos del jugador, inflados de esteroides. Hay un aire de sabelotodo en el bal�n. Se lo da Zico.
Alegre debut en Blogger.com y muchas cosas por decir. La und�cima marca de un hijo de puta es que gan� bastante, como ganaron mi abuelo y Zico. Y t� no.
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Actualizaci�n: 2 a 4 veces por semana. Mi conexi�n es lennnnnta, casi imposible.
Mi abuelo y t� son casi la misma persona. Pero mi abuelo hall� su compa�era. Y t� no. Lo que mi abuelo hizo o dej� de hacer te importa mucho, como tambi�n lo que voy a decir: el futbolista m�s cool de la historia es Zico. Hay siete razones que lo justifican y puede que haya m�s, como igual he descubierto doce marcas de un hijo de puta, cuando se sabe que son nueve:
1 El pelo ralo.
2 La frente buida, una cosa as�.
3 Cara p�lida.
4 La barba ca�da, en cascada, lo abundante que se pueda. Si el hijo de puta es lampi�o o gusta de afeitarse, habr� que arrim�rsele m�s para interpretar la apertura de sus poros y suponer si la tendr�a en cascada.
5 Manos blandas y babosas. Babean lo que tocan, tocan lo que babean.
6 El mirar huido. El hijo de puta mira en chanfle. Lanza un hilillo cuando mira pero �ste se bate con el aire.
7 Vocecilla pitona, de flauta, p�dele cantar.
8 El pito suelto, domado. Mismo asunto que en la barba (ver marca 4).
9 El hijo de puta es codicioso. Selene me explica que ambicioso y codicioso es totalmente otra cosa, no que te importe saberlo. Ambicioso es el que quiere. Codicioso es el que no quiere perder lo que ya tiene. Queda claro que en el Top 5 de los m�s grandes codiciosos debe estar, encima de Fidel Castro, el entra�able Gollum.
Hay otras tres, que suman doce. La d�cima, por ejemplo, es que si un hijo de puta alza una pierna en escuadra, formando �ngulo recto con el culo de v�rtice, cae. No resiste diez segundos. Es la d�cima. Tengo dos m�s.
Zico es (fue) de lo m�s cool, con lo antip�tico y tedioso que generalmente es el f�tbol si se lo ve en contexto como entretenimiento y nicho de aficiones, especulaci�n, burladero, regionalismos odiosos y calentamiento de dos lastres que repelo: el confort y la nostalgia. Puedo decir que no me gusta el f�tbol pero me gusta terriblemente ver jugar a Zico, que encierra todo el f�tbol y da sabor al resto, f�tbol rancio y tal. Lo tengo a la vista en el cartel publicitario de la Copa Toyota Intercontinental 1981 que gan� el Flamengo contra el Liverpool.
Lo hall� en la Red, me ilumin� la cara y lo grab� inmediatamente. Es uno de los Desktop m�s frecuentes en mi computadora, alternado con obsesivos close-up que captur� en las macetas del barandal, cables telef�nicos, galletas Ritz, instructivos obsoletos en idioma mandar�n y dos fenomenales cuadros que produjo Paul Klee en su viaje a T�nez, primavera de 1914, viajecito aquel.
Dec�a de Zico. En su mejor versi�n era el puppet master en cada partido, jalando y devolviendo a su sitio a compa�eros y rivales con un peque�o giro de cintura, o giro de cuello, o giro de tobillos, van y vienen porque el brasile�o lo decidi� con esa sev�tica espontaneidad. Nadie m�s divino ni m�s cool. Bochini pero no, Laudrup pero no, Zidane pero no.
Ese Flamengo de 1981, al que nunca vi jugar, es el m�s celebrado en la historia del club que, seg�n sabemos, en Brasil no tiene seguidores sino ac�litos. All� ten�an al menudo Junior, que para mejor se�a es el Pony Ruiz del Mundo de las Ideas; tambi�n a Leandro y al ca�onero Tita, que 10 a�os despu�s emigr� para jugar en Le�n, Guanajuato. Sus ac�litos dicen que el equipo era imbatible, y a falta de videoteca ni modo, hay que creerlo.
En cambio, el Liverpool de Matt Busy, cl�sico y groundbreaking para el f�tbol ingl�s, lleva ventaja en la inserci�n hist�rica pues mientras el Flamengo s�lo vive en la memoria suburbana de sus seguidores, del Liverpool pululan �lbumes y videos compilatorios en los que puede verse correr y dar instrucciones al goleador Ian Rush y a Kenny Dalguish, un deportista esdr�julo. Pero en 1981 ganaron los brasile�os, tres goles a cero.
No s� en qu� reporte noticioso vi unos segundos a Zico alzando la copa, pasarla a sus compa�eros y recibir una gigantesca llave como prenda de la camioneta Toyota que atascar�a mil veces en los lodos de R�o. El reporte se esfum� y basta, no m�s Copa Toyota para los ni�os mexicanos. La palabra Intercontinental qued� sobre la lengua, pronunciada hacia dentro por a�os, como un rumiante, sin que alguien pudiera explicar por qu� diablos se llamaba as�, cu�ndo se disputaba, qui�n la disputaba y por qu� mis Pumas de la UNAM o el todopoderoso Am�rica no la jugaban o aspiraban a jugarla.
En los veranos subsecuentes, con suerte y expectativa en la televisi�n, la Toyota volv�a en flashazos igual de breves, ahora en manos de Michel Platini, Ruud Gullit, Toninho Cerezo, Chilavert... Hablo de un trofeo atractivo, de los mejores en cuanto al dise�o, digo, en el escueto juego de s�mbolos del f�tbol. Nota 1: El mejor para m� es el disco plateado que se entrega a los campeones de la Bundesliga alemana. Nota 2: El cop�n de los torneos mexicanos es horroroso y anticuado.
La historia no es m�s que polvo de h�roes y villanos mezclado con excremento de rata, chica frase de Manuel Vincent. Pues eso. El cartel de la Intercontinental 1981 es un concepto mitad selv�tico mitad manga, hecho de lujos e incoherencias. Caracteres para ser le�dos desde el Lejano Oriente (la fecha y el lugar, el precio de plateas, la menci�n de los protagonistas), trazos dirigidos de Europa a Sudam�rica: �sta �ltima infunde miedo a la primera con la idea de Zico, su cuerpo inclinado majestuosamente sobre el c�sped, h�medo y denso para no confundir. El brazalete de capit�n en su sitio y la mueca sostenida en la conducci�n del bal�n, que es limpio y rueda libre.
Como cualquier fotograf�a tomada en canchas brasile�as, la grada se percibe como un caldo de mantas, citas b�blicas y rostros fuera de foco hipnotizados a los anchos muslos del jugador, inflados de esteroides. Hay un aire de sabelotodo en el bal�n. Se lo da Zico.
Alegre debut en Blogger.com y muchas cosas por decir. La und�cima marca de un hijo de puta es que gan� bastante, como ganaron mi abuelo y Zico. Y t� no.
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